Con el tiempo, es difícil reconocer a la
persona que nos mira desde el fondo del espejo. Relataba Julio Cortazar que
luego las palabras, como un engrudo pegajoso, logran reunir en uno la identidad
sentida, la de siempre, con ese rostro ajeno. Y cada vez es más difícil, solo
con palabras y razonamientos, integrar un alma de clase media con la imagen que
reflejan los escaparates de los comercios cerrados o las cifras del desempleo.
La sociedad española se mira y no se reconoce, pero aún cree que es la misma.
Hasta cuándo dure la ficción es un misterio. Con regularidad de golondrina me
llaman mis periodistas de cabecera con la misma pregunta: y esto, ¿cuándo
estalla? Todos los modelos de discontinuidad tienen un punto de quiebre. Como
en el caso de los animales amenazados. Pueden atacar, pero también pueden huir
con la maleta hacia un adentro triste. Puede que la sociedad esté por estallar
o puede que ya haya estallado. Una implosión social explicaría tanto suicidio,
tanto banco de alimentos, tanto crecimiento de partidos antisistema dentro del
sistema, tanta protesta sectorizada, tanto exilio, tanto médico a palos. Harán
falta, sin embargo, muchas palabras para explicar una democracia donde a la
Justicia, la Sanidad, la Educación, la Libertad de Expresión, y a un etcétera
que lo es todo para todos, se llega pagando. Cartera mediante.
Y si ya no fuésemos una democracia, ¿cómo
lo sabríamos entre elecciones? ¿Cómo saber si ya no somos cuando las leyes a
medida y la policía, como un engrudo pegajoso, nos impide vernos desde fuera?
Un Estado no se despierta de repente siendo un insecto, como le pasó a Gregor
Samsa. Hay un periodo largo de larva. ¿Dónde pierde la democracia su nombre?
¿El trasero continua siendo espalda? Lo pienso viendo que los derechos civiles
y políticos van de culo.
Mientras, Cataluña va a Mas. En el PP
están aterrorizados de alegría. Con qué dolor deberían emplear la fuerza del
Estado y todo el peso de la ley hecha y por hacer. Ya han demostrado lo
cuidadosos que son enviando a las Fuerzas de Orden Público a pacificar
protestas pacíficas. Duran está muy preocupado. Si en un pacto no reconoces
rápidamente quien es el “primo”, es que tú lo eres. Y por más que ve y vuelve a
ver Arthur y los Minimoys no lo encuentra. Todo esto es tan poco catalán y ya
no tiene el cuerpo para “beatus ille”. Tendrá que buscar los fondos del asunto
para llegar al fondo.
Pero lo cierto es que la Alicia que cruzó
a través del espejo nunca debió ser ya la misma al otro lado. Como no lo era lo
que encontró allí. Las clases medias españolas han cruzado el espejo pero aún
no lo saben. Solo lo sienten. Las reglas del ajedrez político ya no se
respetan; las leyes y normas son galimatías que deben ser leídas al revés para
entenderse. Solamente leyendo las leyes reflejadas en el espejo se entiende la
razón de la sin razón. No hay una realidad que deba ser regulada. Primero se
hace la ley con toda la intención y después se usa la norma para poder abusar
legalmente. Es el mismo esquema de mentira preventiva que les llevó al
Gobierno. Primero se reforma la ley y después se despide con el manos libres.
Primero se obliga a pagar tasas para recurrir y después se multa por protestar,
por quejarse. ¿Vas de negro? Te dan un pésame de 600 euros. Que se cuide
Juanes; la policía sabe que tiene una camisa negra. Lo cantó a los cuatro
vientos y quizás está dispuesto a usarla. Igual recibe una multa preventiva.
Todo es puro y duro control social. Primero hacen la ley, pero ya pensando en
la trampa donde caerán los derechos y libertades. Y así se suma infamia tras
infamia. Estas cosas con Franco pasaban y por eso la nueva temporada de
Cuéntame la emiten como noticiario. Qué lejos, en pocos meses, el pasado de
derechos y libertades. Ya es un espejismo; el sueño de un rey rojo. Ahora
reinan los reyes blancos y me da que, Mas mediante, piensan en ir más allá si
la ocasión lo permite.
Lo peor es la alienación política en esta
democracia menguante. La alienación política nombra el distanciamiento y
sentimiento de impotencia que experimentan los ciudadanos respecto a la
política: mi voto no sirve para nada, los políticos no se preocupan de la gente
como yo… Y alcanza sobre todo a los ex votantes de centro izquierda. De forma
estadísticamente significativa, la alienación política es mucho mayor en la
izquierda que en la derecha. Zapatero repartía valores con la izquierda
mientras con la derecha les guardaba la cartera a la derecha. La derecha sí se
ve reflejada, de siempre, en el fondo de las políticas de sus políticos. Por
eso el eterno retorno a los privilegios de la iglesia, la “madre mujer”, la
igualdad prepago, la enésima reforma educativa, el “noli me tangere” de los
empresarios, la solidaridad “pro domo sua” o la libertad de irse y no volver de
tantos jóvenes españoles.
Los toritos de derecha se crecen, y cómo
se crecen, con las mayorías absolutas. El mundo se vuelve de color de rosa
cuando ya no tienes una vergüenza que guardar. El rostro duro y terrible de la
derecha nos recuerda que la transición no ha terminado. Nunca llegará a buen
fin. No lo permitirán. Para eso ganaron una guerra y el premio de una
dictadura. Y “algo tendrá el dinero cuando lo bendicen”. Para qué darle más
vueltas, la jerarquía católica y la democracia son como acido y agua. Solamente
admiten un orden. De lo contario son corrosivos. Está en su naturaleza. Y ahora
estamos perdiendo la democracia en su fondo y en las formas. Puede que entre
ese hacer sin pensar y pensar qué hacer, ni Rajoy comprenda de qué plan es
instrumento él y su política. ¿Sabrá Rajoy a quién sirve o solamente lo lee
Soraya y sonríe?
Felipe González habla de ir al centro a
buscar votantes. Y acierta de pleno: allí están todos manifestándose y
protestando. A pie de calle. Por supuesto, el PSOE no debe perder la vocación
de mayoría. Ya es hora que alcance la mayoría de edad y se emancipe. Tener de
ideólogo a un presunto diseñador de joyas del barrio de Salamanca es un poco
así, así. Así andamos de alienados. Aznar se pasea con sus memorias I. Todo en
él burbujea y explica que a las cabañas bajó y a los palacios subió y en todas
partes dejó… Entre este fenómeno, las cornadas de Wert en versión Familia
Adams, el te recuerdo como eras en el último otoño de Rajoy y su misterioso
Gobierno salido de la noche de los tiempos, dónde las nuevas generaciones
parecen bisabuelos, entre todos, nos hacen sentir como Gómez de la Serna. Dicen
que murió en el exilio pensando que, visto lo visto, era un extraterrestre. Lo
cierto es que era un autentico y genuino alienado político, hijo de una época
alienada. ¿Se siente usted un humano extraterrestre? Si la respuesta es sí y
además es demócrata, entonces estése tranquilo: está en el lado correcto de la
historia. Por ahora.