Es fácil recordar en qué momento
la política española se convierte en algo semejante al “día de la marmota”. Sin
aspiraciones milenaristas, fue sin duda en el 2000. Con la derecha en mayoría absoluta
actuando de tal. La convergencia con donde lo dejó el PSOE fue espectacular. Tanto,
que el ciclo PSOE parecía una maqueta de lo por venir. Tanto, que la
alternancia más que tal fue un giro de las elites sobre sí mismas y sus mismos
intereses. La democracia española se reveló como el “chotis” de la baldosa
amarilla. Para más “redundundundancia” los medios abandonaron el camuflaje de la
información y solo información, para mostrar que las políticas editoriales son
reversibles según combine. Desde entonces, estamos con catálogo casi completo,
salvo la aparición ocasional de algún esperpento de pronta normalización.
En Podemos desde luego que podían.
No inventaron nada. Solo repitieron ecos de protesta y los racionalizaron con pequeñas
dosis de teorías del estilo “antes de cruzar mirar a la izquierda”. Más es
evidente que la buena voluntad no basta, como tampoco improvisar maneras. Y abundando
panes aún mejores son las tortas. Cuando deciden exiliar a Errejón al paramo madrileño,
cuatro calles más abajo, la frase fue “Nos importa tanto la Comunidad de Madrid
que enviamos allí a los mejores”. Exactamente la misma de Rubalcaba diciendo
que les importa tanto Europa que enviaban allí a las mejores (en este caso a su
segunda, Valenciano), en esa huida de la quema que la envió cuatro aeropuertos
internacionales más arriba. El mismo argumento de la desbandada de 2004 en el
PP, que envió a tantos y tantas (véase Pilar del Castillo) a mejor vida y cerveza.
La redundancia discursiva, la previsibilidad de los argumentos es tal, que ya
define un género político-teatral propio y particular.
El problema clave de Podemos y
Ciudadanos es que saben de donde les llegó el viento que les hizo volar sobre
las nubes, pero no saben cómo manejar las velas. Poco esfuerzo les costó tener
lo que tienen y eso se les nota. Que derroche de amor, cuanta locura. Ahora ya
no da para más. El aterrizaje será forzoso. Y todo, como tantas veces, depende
del PSOE. Sabiendo que P. López es el viaje a ninguna parte, y la postulanta
tiene pavor del día después, en tierra de nadie, P. Sánchez es la tercera
puerta. Detrás de Sánchez se abre por fin la posibilidad de cerrar ese
posfranquismo tardío que llamaron transición. Y la respuesta a la estructura
federal de su partido.
Decir que federalismo es querer
romper España, es no entender nada o entender demasiado. Hay un “if” que es evidente.
De ganar Sánchez el partido jugando con el futbol base, tendrá ganada la
partida de las elecciones próximas. No hay nada como la cantera y los
canteranos. Podemos ya va buscando suelo, al igual que Ciudadanos y el sistema volverá
a colapsar en un bipartidismo corregido. La vuelta a casa por navidad será más
que evidente en Ciudadanos. La voladura de UPyD fue de hoy para mañana. En
Podemos, será más lento. Irá convergiendo hacia el 10% del mejor momento de IU.
Hay una paradoja curiosa. Cuanto más
obligan al PP a hacer cosas sensatas y éticas, mejor lo posicionan electoralmente.
Ciudadanos era realmente la medicina para curar al PP de sus males crónicos. Y
aunque el paciente se rebela y queja y remolonea con el tratamiento, sanear las
heridas mejora la infección. Podemos era también la medicina a las enfermedades
que aquejan al PSOE (alfombritis apoltronada crónica). Y también el PSOE (el
mismo que se opuso a terminar con el servicio militar, y más recientemente a la
dación en pago) se resiste a la cura. Si en el PP era una infección brutal, en
el PSOE se padece de un reumatismo moral crónico, con una tremenda atonía social
en sus músculos ideológicos. Lo que en términos clínicos se define con precisión
“quién te ha visto y quién te ve o sombra de lo que eras”. Por eso Sánchez es
ahora lo que en su momento fue Podemos: una luz al otro lado del río y del rio.
Y aunque todo fluye hacia el próximo desengaño, como en la vida lo importante
no es ganar si no participar (sobre todo los que no esperamos ganar ningún cielo
en el cielo), dar la enhorabuena y desearnos lo mejor con los que vuelven a la
brecha.