Los efemerópteros son el orden de
insectos más antiguo con vida actualmente. Llevan millones de años sobre la
tierra. Como individuos, su vida adulta puede durar cinco minutos (especie
Dolania). Otras especies con más suerte, pueden llegar a vivir un día
(Ephemeros = que vive un día). Han permanecido por millones de años. Vieron
nacer y morir imperios humanos, al igual que fueron testigos de los imperios de
otras especies. Pero ¿Qué sabe una efímera? Especialmente cuando en su corta
vida, el cerebro está tan concentrado en el sexo como Woody Allen en su bola (“El
dormilón”). No hay conocimiento sin memoria. Sin pasado. Da igual que tus
registros fósiles tengan 300 millones de años. En el caso de los seres
racionales, da igual los miles de años que llevamos sobre la tierra y nuestra
capacidad para generar memoria. Es una memoria en gran parte fabricada como
legitimación o identidad y forma más una “Historia Natural de la especie humana”
que una reflexión sobre las condiciones de nuestra existencia social.
Los cinco minutos que vivimos,
nos dan una imagen efímera de una realidad que no lo es. Una memoria llena de
efemérides que son realmente “efimérides” en la vida de la especie. Y el
sistema educativo la reproduce, ahora
industrialmente. Es evidente que el sistema educativo no forma parte del
proceso de conocimiento. Es parte del sistema de legitimación. Aporta formación
ideológica además de capital humano. Mano de obra cualificada y ciudadanos descualificados (reducción del
mundo posible a un programa educativo y un listado de libros y prácticas). A
ello se dedica Wert con intensidad y ahínco, explicando los (¿Son ya siete u
ocho? Pierdo la cuenta) reformas educativas que lleva España. Es la mejor
respuesta a los que piensan que la transición a la democracia ya terminó. La
transición fue una “alucinación transitoria”. La guerra educativa es la
continuación de la guerra civil, pero por otros medios. Pregúntale a Wert y su
política de becas.
Los estudiantes universitarios y
muchos de sus profesores consideran que la perspectiva (también le llaman
historia, sea del pasado o del futuro) son cosas de otras disciplinas. Y en los
temarios, los fenómenos sociales tienen sus prolegómenos (tema 2), pero después
se les estudia como sí de generación espontánea se tratase (temas 3 a 9). Hablar
de la historia y sus procesos, enmarcando el presente como una parte que
solamente adquiere sentido dentro del cambio, es (toca madera) Marxista. Los
científicos sociales que intentan una comprensión de “Longue durée”, como
Wallerstein, son excepciones. Sus explicaciones dan resultados y funcionan.
Pero que importa que funcionen. ¿Quién dice que a las élites le interesa las
explicaciones que exponen sus desvergüenzas? A los científicos sociales
solamente le espera la hoguera. Aunque salgan de la cueva.
Tan efímeros somos, que ya llegan
arrasando los de la nueva legitimación: genetistas y neurólogos. Y rápidamente,
los del “trending topic” se suben al carro. No hace mucho, el sociólogo Pérez
Díaz mostraba como los mejores, y otros rasgos positivos, eran genéticos. Los
adoptados no eran tan “así” como sus padres de sangre y semen. Le reconozco la
tarea titánica de controlar la certeza de la paternidad, la estructura de los
afectos y posible selectividad de los refuerzos, la autoimagen y status familiar
y social de los adoptados frente a los que no, y tanto elementos que algo
pueden decir. Pero que “trending” explicar los fenómenos sociales como procesos
químicos. Así el “materialismo histórico” queda superado y más allá. Ustedes no
saben lo que da, y puede dar de sí, el cerebro reptil (Paul MacLean). Siendo la
ciencia social oficial más legitimación que comprensión, los nuevos tiempos
anuncian su sustitución por los batas blancas. Aunque en España el riesgo a
corto plazo es menor. Con la política científica del PP, las únicas batas
blancas que se verán por mucho tiempo será en los anuncios de detergentes.
Por lo demás, en lo de siempre,
estamos en lo mismo. El libro gordo del “Pepete” (o contabilidad B) enseña,
entretiene y yo les digo descontento, hasta la declaración de Barcenas que viene.
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