El gobierno, en un ejercicio de nadar y guardar el bañador, ha decidido
que la mejor manera de no defraudar a los españoles en el futuro es
defraudarlos ya para hoy. No es, sin embargo, el defraudar
que esperábamos. Este gobierno ha sido un fraude desde el principio.
Cuando dijo que no subiría impuestos, no tocaba el
bienestar, crearía empleo, y todo lo demás. Un fraude electoral; que lo es
poner en el programa lo que tenía que poner (para ganar las elecciones)
y después hacer lo que dice que tenía que hacer (para que ganen los
bancos).
En un ejercicio increíble de cinismo, vienen a decir que sin
la reforma laboral, aún tendríamos más desempleo. Puestos a ello, podrían decir
que sin la reforma también tendríamos más enfermedades, más
accidentes de tráfico, más desengaños amorosos, más "lo que les de la
gana". Total, cualquier más. Nadie puede probar lo contrario, que el
futuro se convierte en cualquier pasado una vez que la hoja del calendario
ya has arrancado. Lo único cierto son las consecuencias evidentes
de la reforma laboral. Aún les sorprenderá que facilitando el
despido libre los empresarios despidan libremente.
Lo peor de todo es que
el daño causado es irrecuperable. Los primeros en ser despedidos han sido los
trabajadores con más antigüedad: los que andan por el último tercio de su vida
laboral. Los deja con las pensiones comprometidas y pocas expectativas de
volver a trabajar. El desastre es total: los jóvenes eligiendo entre exilio
económico o destierro social; los maduros entre el desempleo o la mala pensión.
En la última convocatoria de protesta detuvieron a cuatro menores de edad. Ya
han adivinado el futuro que el PP les reserva.
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