El independentismo catalán tiene un problema.
Con toda la traca mediática y tanto tantán solo un 3,8% considera que sea un
problema para España (CIS dixit). Esto va de una de dos. Opción una, les da igual
que tomen el dos. Dos, ni se molestan en pensar que se vayan todos a una. Dicho
de otra manera, que sobre el terreno y en el calor de su rincón, allí juegan al
yo-yo como me la maravillaría yo, pero que a los demás españoles, en su inmensa
sabiduría de vivir al día, como que debatir sobre el sexo de los ángeles o el
estado catalán les parece la misma.
Políticamente habrá bulla y que si golpe de
estado, desvergüenza y opresión. Mucha noticia para los noticieros y los
noticiosos en busca de dar la nota. Toma debate, tertulia y darse con la lengua
repasos unos a otros. Pero la cosa no cala. Volvemos a la misma. ¿Preocuparse
del problema catalán? Si no es por no preocuparse. Si hay que preocuparse, pues
se preocupa uno o dos. Pero preocuparse para na… es tontería.
La diplomacia británica brilla en todo su esplendor
en la negociación del Brexit. Y no va con segundas. Les critican su inconcreción,
su falta de propuestas, de no sentarse a decir nada serio. Pues señores, esa es
la definición misma de diplomacia de la buena. Sentarse para hablar en serio no
lo hacen los diplomáticos, lo hacen los empresarios. Pero de esas mesas de negociación
no se dice, no se habla, no se sabe.
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