Conan Doyle, por labios de su
detective Holmes, afirmaba que una vez has descartado todas las respuestas
posibles, en lo inverosímil está la solución. El caso Catalán es una trama muy
interesante. Son intereses y objetivos anidados, en múltiples terrenos de
juego, dónde “el primo” de la partida estaba por localizar.
Pues en mi modesta opinión ya
está localizado, y no era por faltas de pistas y señales. El “primo” de esta
ocasión se personaliza en Puigdemont. Pero solo por personalizar. El gran primo
es la burguesía catalana de derecha conservadora. Verán. Tras el ejercicio
culinario de reducir los representantes legítimos de Cataluña a los firmantes
de la declaración de independencia, han dejado fuera en el imaginario no solo a
los partidos de ámbito estatal. Han dejado fuera de la “legitimidad
nacionalista” sobre todo a la derecha y la izquierda moderada (PSC). Los
firmantes son los hermanos de izquierda más los primos de PdeCat. Lo
interesante es que las respuestas del gobierno van a quemar, sobre todo, a los
herederos del Palau.
Las CUP lo están haciendo de
lujo. Primero, fuera Mas. Después, todos los demás al cesto de los héroes. Ya
se puede ver en el futuro a los jóvenes revolucionarios y nacionalistas
clamando en las calles “amnistía y libertad”. En especial, amnistía para los mártires
de derechas que representan a la burguesía conservadora. En términos marxistas,
el resumen futuro será: la burguesía catalana sirvió de tonto útil para los
movimientos revolucionarios anticapitalistas, marchando al martirio y el
sacrifico político con los ojos humedecidos de emoción por su servicio a la
matria catalana. Mientras tanto, los partidos de izquierdas, promocionando contenidos
de ideología anticapitalista envueltos con los de matria catalana, ganaban espacios
de discurso público.
El nacionalismo es una coartada.
En otras palabras, el mira al pajarito, la capa de invisibilidad, el humo en
los ojos. En el fondo, hay un movimiento revolucionario de izquierdas, que con
el agua sucia del centralismo tirará también el niño capitalista. Es lo
interesante de todo esto. Los desplazamientos estratégicos hacia el
reforzamiento de cleavages. El concepto es simple. Los conflictos se
intensifican y radicalizan cuando las divisiones sociales se superponen.
Ejemplo. Conflicto racial. Si se superpone sobre él un conflicto de clases (ricos-pobres),
el primero se intensifica de forma no lineal.
Los bancos y las empresas no
huyen solamente, que por sí que sí, ante la incertidumbre que daña balances.
Huyen al ver los movimientos de fondo. No es coyuntura. Es una dinámica en
movimiento. Y esa dinámica, rebozada en nacionalismo, es realmente revolución.
Las pistas son más que abundantes. Entrevistan a una señora por la calle.
¿Ventajas de la independencia? No me podrán echar de casa si no pago, dejaran
de explotarnos con el precio de la electricidad, etc. Es genial. Cuando se
afirma que en Cataluña el estado vulnera los derechos humanos, no piensan que
se torture. Piensan que el capitalismo es inhumano y que la nueva matria será más
igualitaria. Sin ser explotada por los españoles y protegida de los abusos del
poder financiero.
Lo interesante en la Unión
Europea es que no perciben el movimiento de fondo. En ese coctel entre
nacionalismo rancio y revolución popular, solamente observan la forma, pero no
el fondo. La reacción en Europa sería muy diferente si sobre la mesa estuviese
el programa político de las CUP sobre qué hacer con la economía, en lugar de
reflexionar sobre los emocionantes anhelos de libertad de un pueblo y su
derecho a no respetar el derecho. Urkullu, que es de derechas, sabe que el PNV evitó
esa trampa hace tiempo. Pero como a río revuelto ganancias de pescadores, ¿Qué
les importa que la burguesía catalana se haga el Harakiri? Vareemos un poco la
solidaridad que algo caerá. Y es lo interesante. La dinámica que han creado no
solamente refuerza la identidad nacionalista. Refuerza, ole tus huesos, la
identidad de clase sobre el argumento de los derechos humanos. Por eso, una
espiral de miseria y represión es el escenario ideal que lleva por la vía del
nacionalismo a la revolución popular. Cuanto peor mejor. Y ahí se han
encontrado con Pablo Iglesias, ya definitivamente más en la revolución que en
higienizar y desratizar la política.
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