Por fin lo han logrado. El siglo XXI cambia
de palo y se vuelve capicúa. Vamos al XIX de cabeza, no se sabe si por pan o a por
tortas. Por toda Europa, en una confusión populista-nacionalista, las tribus
claman por el arca perdida. Más que nada para recuperar el contrato que tienen
en exclusividad con el más allá. En algunos casos, con mimo y técnicas avanzadas,
han insertado los códigos de la modernidad en los ADN recuperados de varios
museos etnográficos. El resultado se
encuentra ya a la vista en Alemania, Italia, Austria, Francia o España. Todo lo
rancio de lo irracional trasnochado, todos los tóxicos de la razón (patria y
religión y futbol y viva la madre que nos pario, sea aquí o en Polonia) juntos
y emplatados a la mode, que ya fue demodé tantas veces como memoria tiene
la humanidad.
Homo
sum, humani nihil a me alienum puto escribió Terencio en el Heautontimorumenos. No está mal escribir
que nada humano te es ajeno, en una obra titulada el enemigo de sí mismo. Ya
escarbaba en el mismo berenjenal Unamuno, empezando con idéntica citael primer ensayo en “Del
sentimiento trágico de la vida”. Allí escribía “El hombre, dicen, es un animal racional.
No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso
lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la
razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o
ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones
de segundo grado”. Woody Allen no lo diría mejor.
Puede que un portaestandarte iracundo y tembloroso de emoción resuelva
ecuaciones de segundo grado por dentro y sin lápiz. Y en esa contradicción estamos
empanados. La rapidez con que se pasa de bípedo racional a cuadrúpedo irracional,
empleando las manos para patear la razón. O una moto.
En fin, vuelven las banderas en su primera versión, que es abanicarse con
ellas mientras ondean. El segundo paso es emplearlas de estaca, el tercero como
leña para quemar libros y opiniones. El último (como en las sevillanas) para
empalar al otro y que entre en razón.
Mientras tanto, estamos en la fase de abanico y fiesta. Ojalá nos quedemos
como estamos. ¿Y por aquí que pensamos? Pues en un no sé qué, un qué se yo. Nos gusta Paco Ibáñez y Georges Brassens. Aunque por paridad de género...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.