Hay caminos que se recorren en un
solo sentido. En España, los dirigentes del Partido Popular han ocupado años macerando
en un discurso de odio a sus votantes. Un odio visceral, irracional y cuidado que
hace tiempo perdió las formas. En la práctica, todo un ejercicio de preparación
previa para el más allá ideológico. Vox y ahora SALF se nutren de lo cultivado.
No se diluyen; por el contrario, se solidifican y fortalecen. Son electorados
sin vuelta atrás. Radicalizados y ciegos. Con Vox en escena, la estrategia del
PP es claramente una apuesta por el declive. No solo no volverán los idos, es
que se marcharan aun más. Tantos como acuñe para que los haga valer otras manos.
Ciudadanos fue una amenaza electoral
para el PP hasta que lo mimetizó y se diluyó como un azucarillo en café caliente.
Rivera fue siempre orilla desde que orilló la moderación. Ahora es más serio.
Mucho más serio. Todo lo que envían a la extrema derecha se aloja allí. Están ultra cómodos en un discurso arropado. El PP ejerce
una política antisistema que le convierte en un puente. Un puente que puede llevar a Feijoo u otro líder del PP al gobierno. Eso sí. Como
vicepresidente de Abascal. Tiempo al tiempo.
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