Adolfo Suárez por fin descansa.
Fue un político que hizo mucho más de lo que se esperaba de él, y de ahí su
grandeza. No todo fue bueno. No todo fue perfecto. Pero, como Sinatra cantó,
hizo lo que tenía que hacer y lo hizo a su manera: haciendo democracia al
negociar. En ese periodo democrático a media luz, qué terminó en 1982, la
política de Suárez estuvo más tangente que nunca de la práctica en las mejores
democracias: las democracias consensuales. Esa autenticidad brilla más, dado
que después casi desapareció en la política española. Llegaron décadas con
alguna borrachera de carisma y políticos de resaca navegando bajo banderas de
conveniencia. Mucho de comedia, esperpento y exageración. Suárez es el
sentimiento trágico de la vida. Dio pasos contados, pero muy rápidos y largos.
El destino, eso que no existe, evitó que la vida pública ajase su brillo.
Parafraseando la película de Nicholas Ray (Knock on any door), "Vivió
rápido, murió políticamente joven y nos ha dejado un precioso recuerdo".
Suárez por fin descansa, y ahora estamos más solos que nunca, rodeados de
fantasmas.
La tradicional desconfianza de
los políticos hacia los españoles es cada vez más aguda. Los españoles, sus
necesidades y exigencias molestan. Las razones de Estado, la alta política, los
intereses del país, son metáforas que esconden una realidad tan mezquina que
duele. La desafección de los políticos por la política es cada vez más intensa.
Su máxima aspiración son las mayorías absolutas: un estado perfecto de
no-política. La política es negociación, buscando el punto medio que da el
equilibrio. Tenemos unos políticos que desconfían de los ciudadanos, y que
aspiran a "pequeñas dictaduras" de cuatro años. Ahora vivimos el
último ejemplo.
Lo de Rajoy y su Gobierno es peor
que la peor pesadilla que imaginarse pudiera. Nadie en su sano juicio hubiese
pensado ese regreso de Dios, la Patria y tantos otros valores de destrucción
masiva. Todos juntos, campando bajo la mirada de un Rajoy del que sabemos por
qué calla. Está muchísimo más guapo, electoralmente, callado. Las protestas se
etiquetan desde el principio con verbo franquista: grupúsculos (curiosa palabra
que daría para una tesis) violentos o jóvenes con antecedentes (los ficharon en
la anterior manifestación). Y, evidentemente, van a más, conforme la crisis
continúa y la respuesta de la derecha es amordazar a quien protesta. Lo de
siempre y que ya vivimos: la policía (trabajadores públicos al fin y al cabo) y
los jóvenes se parten la cara y la cabeza en las calles. Hay un paralelismo
curioso entre esos policías cuyos mandos dejaron solos y rodeados, y los
jóvenes que les rodeaban, a los que también han dejado solos y abandonados en
las cunetas de tantas carreras.
Y en este mundo dónde la
seguridad levanta banderas y barricadas se culmina una fase. En lo que las
tendencias mundiales apuntan, una de las principales tensiones políticas son el
nacionalismo y el localismo. Es una fuerza motriz que corta en blando:
trasversal a las clases sociales, con empresarios y obreros de la mano.
Superada la cleavage principal, que es la dominación socioeconómica, la lucha
identitaria campa por doquier. Además, tiene su aquel progresista y romántico.
¿Quién no quiere ser un Lord Byron con faldita corta, luchando por la
independencia de Grecia? Bueno, yo no. Pero para mí, si fuera nacionalista,
sería el no va más. Es una de las ventajas de ser nacionalista: siempre tienen
a mano ropas muy exóticas y bordadas, aunque debemos reconocer que no siempre
sientan bien. Todo hay que decirlo. Y así en Escocia, el Véneto, Cataluña y
todo lo que vendrá. Es maravilloso este capitalismo financiero
transnacionalizado que, por si acaso, no le vienen mal Estados cada vez más
pequeños, fragmentados y excluyentes. Balcanizar el mundo. Justo lo contrario
de Orwell (con los grandes bloques inspirados en la época). Parece una
pesadilla de la historia: ¿avanzaremos hacia un capitalismo internacional con
una expresión política feudal?
Ucrania es el punto de inflexión.
Pero, antes, permítanme que estire un poco las neuronas. Yo me preguntaba (a lo
Burning), qué hacen algunos países postcomunistas en un sitio como este, en la
Unión Europea. Muchos de ellos son anocracias dominadas por élites económicas,
con inestabilidad, corrupción y tensiones antidemocráticas continuas. Los datos
dicen que, en el mundo, las anocracias han pasado de ser unas veinte a más de
cincuenta. Y entrar en la Unión Europea, con lo que nos costó a los del sur.
Nos costó la leche en cuotas, como mínimo, y Marín lo sabe. La Unión Europea
era sinónimo de club de los demócratas "guais". Algo perfecto para el
club de las dictaduras muertas (Grecia, Portugal y España). Por eso, todos
estos países post, ingresando a las bravas, sin reconocer el acervo europeo y
tomándose el medioambiente a chicota y muchas cosas más...
En su momento, ingenuamente pensé
que era una cuestión de mercados. También una cuestión de potencia europea. En
algún documento de los 90 se preguntaban, ¿dónde termina la Unión Europea? ¿Es
un concepto geográfico o político? ¿Acaso Israel no está ya en Eurovisión?
Había quien proponía que una cosa era la Europa geográfica y otra la Unión
Europea dónde no se ponía el sol. Podíamos crecer hasta más allá. Mientras nos
dejaran...
Desde el punto de vista de la
Federación Rusa, las incorporaciones masivas a la Unión Europea fueron
realmente anexiones en caliente con cobertura demócrata. Su efecto, cercar y
limitar el área de influencia rusa. Ahora en Crimea le han tocado los bemoles.
Ya veían venir la anexión de facto, mediante acuerdos comerciales, políticos y
de esas cosas. Y para anexionártela tú, me la quedo yo. Sobre todo estando los
barcos en el agua. Las ampliaciones de la Unión Europea hacia los post no eran
solamente apoyo a las democratizaciones. Era geopolítica pura y dura. Y en esa
lógica global, la propia Unión Europea paga las consecuencias. La fragilidad
del sistema político es muy elevada (en Bulgaria, Rumanía, Hungría, etc.). Su
peso en el Gobierno de la Unión Europea relevante (¿Recuerdan los episodios con
los hermanos polacos?) Las barreras a la movilidad intraeuropea (la joya de la
corona de la Unión) se excusan en búlgaros y rumanos. Ahora que ya pagamos las
consecuencias, solamente quedan las incorporaciones precipitadas de los Estados
balcánicos. No sea que les dé por pedir asilo en Rusia...
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