“Joder,
joder, joder, joder…”. Permítanme citar a Hugh Grant en “Cuatro bodas y un
funeral”. Cataluña mediante, tendremos gobierno del PP con Rajoy a la cabeza.
Quizás no para siempre, pero un día más ya es demasiado Rato. El asalto del
independentismo catalán, de seguir así como va, achica casi todo el espacio de
movimiento a la izquierda, incluyendo Podemos, el PSOE o el recuerdo de IU.
Es
así, y poco más queda. Hay temas que acallan todos los demás. Temas con los que
el debate, las sutilezas, los razonamientos o los matices desaparecen. Sea la
violencia terrorista de ETA, o el asalto a la legalidad de varios actores
políticos catalanes.
Parece
que aún no lo han visto o no lo quieren ver en Podemos y sus variantes
plurinacionales. Pero da igual. El principio de esperanza siempre cede ante el
empuje del principio de realidad, cuando del Estado se trata. En otros temas,
como el medioambiente, el principio de realidad terminará promocionando al
principio esperanza. Pero aquí y ahora no es el caso.
Dependiendo
del ritmo catalán, ya no entran elecciones y sí reacciones. Ya lo decíamos hace
años, que a Rajoy se le podía aparecer la Moreneta y hacerle de Pilar para este
“revival” de Santiago. ¿Serían tan insensatos en el PSOE como para no respaldar
las actuaciones del gobierno destinadas a restablecer la legalidad
constitucional? Ya le digo yo que, aunque la estupidez no tiene limite, también
para algunos barones del PSOE existe un “non plus ultra”.
Escenario
más probable al 95%. A la primera que silben en Cataluña, el gobierno Rajoy
saltará al ruedo con España y la Constitución por montera. Investidura de Rajoy
con la abstención del PSOE y el apoyo inquebrantable de Ciudadanos. Frente
constitucional. Crisis de “postureo” y sutilezas en Podemos, con reventón
plurinacional. Y así, el PP gobernará
mientras quede cuerda. Esa misma cuerda que a unos les vale para colgarse, y a
otros para hacer de Tarzán.
Y
aquí estamos, subidos en el techo de un coche hundido en mitad del canal (“The
Full Monty”). ¿Qué quedó de la ocupación de la Plaza del Sol?¿Qué de sus obvias
reivindicaciones?¿Qué de la lucha contra la corrupción rampante, presente en el blasón de tanto partido e institución?¿Qué de la
transparencia, las puertas giratorias, la regeneración?¿Son imaginaciones mías o
alguna vez en España existieron los derechos sociales y laborales?¿A dónde
fueron todos los dolores de la democracia española? Todo apunta a que las esperanzas de remedios y
curas democráticas el placebo catalán se las llevó.
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