jueves, 7 de enero de 2016

Los discursos demoledores

Decía Protágoras de Abdera que el ser humano es la medida de todas las cosas. De las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son. Homo mensura para los amigos. La política es la medida del ser humano. Sin política no puede existir polis, tal y como la conocemos. La economía es la medida de la política en el mundo que vivimos. Qué políticas existen y cuáles no, en este mundo, son decisiones económicas. La economía capitalista está hecha a la medida del capital. Parece una autodefinición y lo es. Es un axioma que puede legitimarse con todas las razones y las sinrazones de la razón que desee. Hay manuales para ello de todos gustos y calores. El capital, en esta fase del “desarrollo”, tiene como sujeto a personas jurídicas que anonimizan a las élites. Un puñado de individuos y familias movidos por su único e inmediato interés personal. Permitan expresarlo en cadena argumental.
El interés personal cortoplacista de las élites es la última ratio del capital y el capitalismo; el capitalismo es la medida de la economía, la economía es la medida de la política, la política es la medida del ser humano, el ser humano es la medida de todas las cosas, ergo el interés personal de las élites, capitalismo mediante, es la medida de todas las cosas. De las que son en cuanto que son y de las que no lo son en cuanto que no lo son. Ahora, como en los arboles de la navidad pasada, cuelguen ideologías, y aprecien como está el mundo: triste teatrillo de títeres deshilachados.




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