La
función representaba, con tela y pintura, una historia extravagante. Resulta,
que a la manera de la peor película del otro lado, la policía dejaba pruebas
incriminatorias junto a la presunta delincuente. Tenían que ser pruebas
contundentes, y como ya llegaban unos milenios tarde para acusarla de haber
matado a Cristo, pues tiran de otro pisar suelo sagrado: la apología del
terrorismo. En la obra, al parecer, combinan dos bestias (que los son) una de aquí
(contra el Estado) y otra de más allá (por la religión). La propuesta del autor
es tan simple que resulta inverosímil en el estado de derecho español. ¿Quién
creería que por dejar una micro pancarta con referencias irónico simbióticas a
dos organizaciones terroristas pueda el policía de trapo acusar a la bruja de
trapo? Solo atrapados por la ficción literaria podría pensarse que la justicia
de trapo entre al trapo. La obra fallaba de verosimilitud manifiesta. Ni los
personajes, la trama o las pruebas incriminatorias tenían consistencia alguna.
Pero no hay que desfallecer. Donde falla la ficción aparece la realidad para
ayudar.
La
policía que no es de trapo detiene a los titiriteros que representan la obra de
trapo atendiendo al mismo argumento que la policía de trapo: la micro pancarta.
La que servía para acusar falsamente a la bruja de trapo del delito de trapo,
es empleada como prueba de trapo para tratar como un trapo a los artistas. Y
aquí la realidad se alimenta de la ficción, se acuna sobre ella, le da alas.
Usted,
amable lector que hasta aquí me acompañó por cortesía y no dejarme solo, tendrá
su recompensa. Puede que todo esto no lo comprenda, lo considere falto de
lógica, no capte su intríngulis. Cierto es que cuesta de ver en su secreto,
hasta que te lo explican. Y yo se lo explico. Tan agradecido estoy de su
compañía que no será por explicaciones. A la manera de Juan Carlos Onetti (Para
una tumba sin nombre) le daré al menos dos. Pero si quiere tengo más.
Se
de buena tinta, que estamos ante un homenaje, tipo flashmob político, mediático
y judicial, conmemorando el cuarto centenario de Cervantes. En los capítulos
XXV y XXVI, en la segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha
aparece la historia que estamos recreando a lo grande que es España. En “El
retablo de Maese Pedro” don Quijote asiste a una representación de títeres, y
se sumerge en el relato de tal modo que olvida que está viendo actuar a muñecos
y termina participando directamente en la trama. Pero no en plan “ya se veía
venir que el culpable era el mayordomo”,
o “¿Como es posible que pudiendo volar tropiece?”. No, entra de rompe y
rasga desmontando el teatrillo a golpes y mandobles para salvar a Melisendra y
a don Gayferos. Claro, ahora, en el siglo XXI no es el caso de homenajear a
Cervantes destrozando teatrillos de marionetas. Si acaso, mejor tomar el rompe
por la incondicional (le rompes la vida), y el rasga para las vestiduras. En
este año olvidado de Cervantes y su muerte, el flashmob judicial y político que
vivimos es un homenaje del más alto nivel sin duda. Espero que tras el evidente
“inocente, inocente” a los titiriteros les den una placa conmemorativa por su
contribución al homenaje cervantino, y a los políticos del PP (al menos para
Alonso, Hernando y Aguirre) un aplaca, por su impagable contribución al
flashmob.
La segunda explicación es de carácter
epistemológico. Se trata del enfoque conocido como meta-teatrillo o los
titiriteros de segundo nivel. En este planteamiento, los titiriteros de primer
nivel se encontraban efectuando un estudio sobre la realidad española. En dicho
estudio, la hipótesis fundamental era: en ocasiones las pruebas no se
comprueban y al pobre reprueban. En esa aproximación multinivel a la realidad,
la prueba de un delito de trapo, en un argumento de trapo, puede ser empleada
como evidencia de prueba real, en un argumento judicial real. Es decir, lo
conocido como metaprueba de trapo. En ese caso, los titiriteros de primer nivel
mueven los muñecos de trapo. Pero queda la duda ¿Quiénes son los titiriteros de
segundo nivel que mueven a los políticos, la policía y los jueces de no-trapo haciéndoles
parecer marionetas? ¿Qué manos atrapan a los personajes de no trapo? Difícil
pregunta es, que roza ya el campo disciplinar de la entelequia marxista, también
conocida como ontología materialista. En fin, si esta segunda era su intención,
los titiriteros epistemólogos pueden afirmar con pena, pero contentos: Quod erat demonstrandum.
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