Caminaba
yo por donde no quería camino de donde debía, cuando en una empinada calle allí
me la encontré. Una fila larga y compacta subía por la acera, perdiéndose tras
doblar a lo lejos una esquina. De cuño
andaluz, forja castellana y temple valenciano no son los misterios mundanos
algo que deje pasar así como así.
Tras
palparme las entretelas para confirmar que no era jornada electoral, pasé al
modo ¿Qué será, será? Siendo muchedumbre ordenada, la cuestión se limitaba. Firma de libros ya les digo que no. Tampoco era cuestión de lotería, pues no era fecha señalada para hacer espera
de fortuna. Poco colorido había y ninguna trompetilla, pandereta, ni niño de la
mano. No era pues cuestión de reyes o cabalgata. Las bufandas de temporada, y
los gorros de vestir. Descartada la compra de entradas para evento
futbolístico… Entrada al teatro ni pensar por la hora y el gentío. Tanta bulla
de mañana para evento cultural no se vio en España desde la quema de herejes y
pública ejecución. Bendición de mascotas no me cuadra, pues todos los animales
presentes eran racionales y, aunque parados, semovientes. ¿En qué estaremos?¿Qué reparten?¿Qué
darán? ¿Darán algo? Algo darán de seguro, cuando te esperas de invierno, a las
pocas de la mañana, lloviznando agua y frio, con el único panorama de la
espalda de tu vecino.
Respetuoso
de la fila pregunté a otros como yo de paso. ¿Qué pasa? Unos que vete a saber,
otros que ellos sabrán, pero por fin, alguna información. Es cosa de viernes,
es de mucho milagro, es digno de ver. Picada mi curiosidad como tabaco barato,
y sabiendo de buen saber por las películas de “indios”, que en las filas el
último es el más débil, por allí entré en conversación.
Busqué
en mi catalogo de sonrisas corteses y, al igual que Lina Morgan, elegí el traje
negro. Conocedor de las reglas de cortesía locales, en Madrid siempre es
aconsejable, como presentación, despejar la duda de que se es paleto de
provincias y, por lo tanto, con urgente necesidad de ajustarse a la hora de
Madrid. Cuantos disgustos ha causado el jet lag mental a tantos y tantas que
llegan a la capital del reino pensando que es la misma hora que en Tomelloso,
por poner ejemplo digno, y terminan descubriendo que en Madrid siempre es una
hora antes de una hora después. Siempre que recuerden que no ser de Madrid es
considerado una discapacidad, todo le irá sobre ruedas redondas en sus
interlocuciones con los nativos. Pues allí fui yo, armado de sonrisa tonta y
con el necesario aire de culpabilidad de no llamar “de aquí, de Madrid”.
“Buenos
días, no soy de Madrid, pero se por referencias que es muy milagrosa en sus
cosas. Y siendo los milagros en otros lugares cosa rara y preciosa, tanto
cuanto me maravilla esto. A quienes pregunto fuera de fila no se aclaran, y
estando corto de tiempo pero largo de interés, me permito preguntarle ¿El
horario para presentar respetos y solicitudes de milagros es todos los viernes,
o el último viernes de cada mes?” Tengo por cierto que de la primera parrafada
ni la mitad, pero siendo buenas palabras, respetuosas y sonreídas, ya le
aseguro yo que me ubicaría como alguien del más allá: latinoamericano no
argentino aunque puede que demasiado alto para ser quizás andino. De esos
andinos que hablan buen castellano de la calle Serrano, pero eso sí, faltos del
precioso “dequeísmo” que atesoran los nativos de pura cepa, cuya familia emigró
a Madrid hace como mínimo, una generación y media. Y así, un poco por despejar
el aburrimiento que da ser el último, y otro poco para dejar claro que su
posición no decía nada de sus otros méritos para no estar cerrando fila, como
quien explica a un niño me lo explicó.
Ya llegado
a mi domicilio donde estoy domiciliado, por hablar como los políticos del clan
Rajoy busqué, ya en modo valenciano, en la Internet. Por amor a la literalidad
se lo trascribo: “Los Capuchinos creemos
que no hay ninguna necesidad de estar unos días antes haciendo fila en la
calle, para ver quién es la primera persona que pasa a besar la imagen del
Cristo. Como en años anteriores, la Basílica estará abierta hasta que pasen
ante el Cristo todas las personas que están en la fila”. Sin lugar a duda
me quedan muchas dudas. ¿Hacen fila para ver a la persona o personaje que entra
primero? ¿Hacen cola para intentar ser el primero? Por más que lo razono, no lo
cojo. Si eres el segundo en la fila ya tienes claro que no eres el primero y
nada esperas. Para qué decir el penúltimo. Y lo mismo. Si “coleas” para ver al
personaje que entra primero sin esperar cola, poco veras si estás tres esquinas
en dirección Atocha. En fin, señores y señoras, qué les puedo decir de lo que
no entiendo en una frase que comienza “Los Capuchinos creemos”.
En lo que
me han ganado para el rebaño es en su oración profundamente expresiva del
destino de todos los anarquistas, comunistas, feministas y bienintencionados en
general, sean del gremio que sean. De hecho, es perfecta para las recientes tribulaciones
de Rita Maestre en China.
“Señor, Jesús, que fuiste calumniado,
detenido y condenado
por el poder político y religioso,
por aquellos a quienes querías salvar.
Haz, Señor, que me respeten,
que no me quiten mi fama,
mi libertad, mi alegría.
Ayúdame siempre,
sobre todo en los momentos
más difíciles de mi vida.
Hoy te pido, de una manera especial,
que me concedas (pídase
lo que se desea)”.
Desconozco,
aunque creo adivinar, lo que pediría Rita Maestre para la ocasión. En mi caso,
ya por fin lo se. No mis deseos, que como a todos a todas partes me acompañan.
No. Es la fila que tanto desconcierta a los Capuchinos y a los no Capuchinos
(en mi caso soy más de sombrero). No es besar a un Cristo lo que espera a tantos
al principio de la fila, que para ellos es el final. Que va. Allí adentro, tras
la puerta, en la oscuridad de los anhelos se encuentra, fuera del mapa
turístico, el verdadero patio de las maravillas. El pozo de los deseos más
preciosos. Una católica lámpara de Aladino. En otra que día, mes y convocatoria
de trabajo en Madrid se alineen, me planteo seriamente pasar la noche en la
fila. No esperando milagros o intervenciones sobrenaturales, ya lo digo. Es la
fila, es la espera, es la ocasión increíble de estar rodeado por tantos deseos,
esperando su turno de cumplimiento en modo tan ordenado. Deseos innombrables, de salud, amor,
riquezas, poder, venganzas… Un deseo ardiente tan bien vestido y piadoso no es
cosa fácil de ver de diario. Tan de aquí estoy, quiero decir.
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