Andaba
yo pensando sentado en cuánto le queda a esta fase de liquidación y cierre de
la democracia liberal. El capitalismo y la democracia parece que han llegado a
un acuerdo de separación de lo más amistoso. Ellos se quedan con todo, lo
contable y lo incontable. Nosotros con todos los demás. Tras este reparto,
pasamos ya de forma explícita del régimen de gananciales al propio de la separación
de bienes y males. Adivine qué para quién. Ya no se derrama por el mundo la
riqueza desbordada, ganando todos en su medida. Es más, en países avanzados en
el desastre como es España toca la inversa, hacer derramas populares para pagar
los sacos rotos de Rato y Rita, así como de los más granados ejemplos de
Roucosa moral cristiana madrileña.
En
lo nuevo, quedaran formas de lo viejo, que encontraran acomodo. Es el bricolaje
del sentido que decía Levi Strauss en El Pensamiento Salvaje. Preparados para
que cada vez de forma más intensa las formas y los discursos estén enajenados
de la realidad (valga de ejemplo, los refugiados de Siria y su paso europeo de
la protección a la persecución), toca vislumbrar qué realidad nos prepara el fin
del capitalismo a su manera.
En
lo contable, la última crisis ha dejado mucho cine forense sobre la estupidez
del dinero. Es uno de los hallazgos de la ocasión: la estupidez especulativa es
como el oro, te lo aceptan y lo compran en cualquier parte del mundo. Hace
tiempo que en lo financiero los fondos internacionales salieron de cuentas y
solamente cabe esperar un mal parto. Ahora asistimos a las contracciones que
alumbran la oscuridad que vendrá. Crisis tras crisis, el mundo se fragmenta en
incertidumbres, éxodos y exilios, identidades enfrentadas, violencias
encontradas. Detrás de todo, la expectativa de volver a la calidad de vida otra
vez es la epidural ideológica que acallará los dolores del parto, hasta que sea
demasiado tarde para las conservadoras clases medias ya irremediablemente
demediadas.
Por
eso, no solo vivimos los dolores de algo nuevo que nace de las fauces del
capitalismo financiero globalizado. También son los dolores en agonía de una
forma de vivir que termina. El capitalismo de consumo se encuentra en la unidad
de cuidados paliativos. Esto se acaba entre delirios de otra nueva primavera de
consumo florecida.
En
el pensamiento, la cobardía y el despropósito campan por doquier. Es tan corto
el amor revolucionario y tan largo el olvido… No eran herejes, eran jóvenes
equivocados y arrepentidos. Las iglesias solo temen la herejía. Aquello que
pone en duda su existencia sagrada. Los pecadores son bienvenidos. Y mucho más
arrepentidos. Son la prueba de que el pecado es camino desviado. En un mundo
oficial tan lleno de fachadas, la herejía es el único camino alternativo para ahondar
en la razón. Todos los “okupas” con poder y mando han sido ocupados y piden
perdón: por el humor negro, por los títeres sin cabeza, por gritar en una
capilla levantada en terrenos no “religiosables”. Por lo que sea. Pidamos
perdón por existir, por pensar y no creer en actos de fe. ¿Cómo era aquello?
Pelear por otro futuro es no decir nunca a la casta caspa lo siento.
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