sábado, 20 de febrero de 2016

Vamos que nos vamos

Andaba yo pensando sentado en cuánto le queda a esta fase de liquidación y cierre de la democracia liberal. El capitalismo y la democracia parece que han llegado a un acuerdo de separación de lo más amistoso. Ellos se quedan con todo, lo contable y lo incontable. Nosotros con todos los demás. Tras este reparto, pasamos ya de forma explícita del régimen de gananciales al propio de la separación de bienes y males. Adivine qué para quién. Ya no se derrama por el mundo la riqueza desbordada, ganando todos en su medida. Es más, en países avanzados en el desastre como es España toca la inversa, hacer derramas populares para pagar los sacos rotos de Rato y Rita, así como de los más granados ejemplos de Roucosa moral cristiana madrileña.
En lo nuevo, quedaran formas de lo viejo, que encontraran acomodo. Es el bricolaje del sentido que decía Levi Strauss en El Pensamiento Salvaje. Preparados para que cada vez de forma más intensa las formas y los discursos estén enajenados de la realidad (valga de ejemplo, los refugiados de Siria y su paso europeo de la protección a la persecución), toca vislumbrar qué realidad nos prepara el fin del capitalismo a su manera.
En lo contable, la última crisis ha dejado mucho cine forense sobre la estupidez del dinero. Es uno de los hallazgos de la ocasión: la estupidez especulativa es como el oro, te lo aceptan y lo compran en cualquier parte del mundo. Hace tiempo que en lo financiero los fondos internacionales salieron de cuentas y solamente cabe esperar un mal parto. Ahora asistimos a las contracciones que alumbran la oscuridad que vendrá. Crisis tras crisis, el mundo se fragmenta en incertidumbres, éxodos y exilios, identidades enfrentadas, violencias encontradas. Detrás de todo, la expectativa de volver a la calidad de vida otra vez es la epidural ideológica que acallará los dolores del parto, hasta que sea demasiado tarde para las conservadoras clases medias ya irremediablemente demediadas.
Por eso, no solo vivimos los dolores de algo nuevo que nace de las fauces del capitalismo financiero globalizado. También son los dolores en agonía de una forma de vivir que termina. El capitalismo de consumo se encuentra en la unidad de cuidados paliativos. Esto se acaba entre delirios de otra nueva primavera de consumo florecida.

En el pensamiento, la cobardía y el despropósito campan por doquier. Es tan corto el amor revolucionario y tan largo el olvido… No eran herejes, eran jóvenes equivocados y arrepentidos. Las iglesias solo temen la herejía. Aquello que pone en duda su existencia sagrada. Los pecadores son bienvenidos. Y mucho más arrepentidos. Son la prueba de que el pecado es camino desviado. En un mundo oficial tan lleno de fachadas, la herejía es el único camino alternativo para ahondar en la razón. Todos los “okupas” con poder y mando han sido ocupados y piden perdón: por el humor negro, por los títeres sin cabeza, por gritar en una capilla levantada en terrenos no “religiosables”. Por lo que sea. Pidamos perdón por existir, por pensar y no creer en actos de fe. ¿Cómo era aquello? Pelear por otro futuro es no decir nunca a la casta caspa lo siento. 

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