domingo, 24 de febrero de 2013

Sí se puede o el descubrimiento de un nuevo mundo


Existe una distinción fundamental entre lo que es verosímil y lo que es realmente posible. Lo verosímil es una construcción ideológica que pone límites a la capacidad de pensar futuros diferentes, elecciones distintas. Es una construcción dirigida desde el poder. Los asesores economistas que hablan a los oídos de los gobiernos les obligan a ver el mundo de una forma concreta. Un economista podría decir "El sistema financiero hay que financiarlo desde abajo, ayudando al consumidor y a los pequeños y medianos empresarios. La liquidez desde abajo sanea todo el sistema y ofrece un mejor futuro de competitividad". También pueden decir "Es imprescindible sanear y fortalecer el sistema financiero y se debe inyectar liquidez al coste que sea. Hay que hacer sacrificios y la sociedad debe pagar sus excesos". De los dos consejos, el primero lo definen como inverosímil y el segundo como el posible. Incluso el único posible. A tanto se atreven.
Ese recortar lo posible y perfilarlo en beneficio de unos pocos es continuo. Entre el "que disparate, eso no se puede hacer" y el "es lo único que podemos hacer" solamente media una ideología y los intereses particulares de algunos. Por eso las palabras mágicas "Sí se puede" son todo un manifiesto de intenciones: recuperar la definición de la realidad y sus futuros, recuperándola del secuestro de unos llamados especialistas bien pagados.
La lucha contra una ley hipotecaria injusta y unos desahucios aberrantes son el detonante. El mismo día que se admitía a tramite la iniciativa legislativa popular que contempla la dación en pago, junto a la de los toros como cultura, se gritaba en el Congreso: sí se puede. Al menos, suprimir la esclavitud post hipotecaria. La pena es que se gritara solamente entre los que asistían como invitados y rápidamente fueron desalojados. Eso es el pueblo en el congreso: unos invitados molestos y ruidosos.

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