viernes, 20 de mayo de 2016

Las últimas banderas



En el mundo pues no hay mayor pecado, que el de no seguir al abanderado” decía Francisco de Quevedo. Y así seguimos, que lo mejor es enemigo de lo bueno como lo es de lo malo lo peor. Ya en lo peor de la agenda preelectoral, se sacan las banderas. Las que sean. La ventaja es que vale lo mismo contra que pro. Una bandera, como las monedas tiene dos caras y no siempre significan lo mismo para distintos. Iglesias afirma en “Al rojo vivo” que las banderas no hacen ningún daño. Ferreras, simpático, contesta que de las banderas solo hay que temer que te peguen con el palo. La ceguera es notable. Las banderas, sean con la cruz o la media luna, rojigualdas o esteladas, de barras y estrellas o de hoz y martillo, todas ellas matan más que la droga y la sequia juntas. Puestos a opinar, debían de prohibirlas todas, (con excepción de la cruz roja o la media luna roja, que en esencia son banderas paliativas de los efectos de otras banderas. Ying y Yang que dirían). Envolverse en ella, usarla como capa, te convierte en un superman con super poderes: puedes volar alto para dar salida a los bajos.
Solamente ofende escuchar a presuntos inteligentes diciendo que las banderas no hacen daño a nadie o que no hay que temerlas. La sabiduría popular lo dice: temer algo más que a un nublado. Las banderas son precisamente, un negro nublado de tormenta ideológica que oscurece la inteligencia. Nota mental, realmente la transición desde la pancarta a la bandera está realmente poco estudiado.
 Como va siendo tradición, pongámosle voz y voto a La mala reputación.



No hay comentarios:

Publicar un comentario