Pocos consejos deberían dar quienes,
como este que escribe, han convertido su vida en lo que hace, en lugar de hacer
su vida. Pero a ello vamos, en el turno de respuesta a preguntas. El PSOE está
en modo “Soy un caso perdido” (con música de Mari Trini) desde hace tanto
tiempo… No se puede pedir peras al olmo ni sentido común a sus asesores que,
por riguroso turno de nuevo líder, se incorporan a la partida donde la dejaron
los anteriores. Y Zapatero, con un talante que acogía tanto para atrás,
ejemplos en José Bono, Vázquez o la estrategia amontillada en Cataluña, dejaron
al partido en un enroque que debería ser corto, pero da la impresión que será un
enroque largo. ¿Qué puede hacer cualquier jugador de ajedrez cuando el problema
es que te dan “jaque mate en cuatro jugadas”? Los asesores pueden ser mejores o
peores, bien o mal pagados, pero la partida para el PSOE está dónde Rubalcaba y
sus meritos la dejaron, recordemos, hace unos meses.
Si quiere saber la razón de tanto
grito de Sánchez es fácil. En el debate fue quien menos tiempo quemaba. Eso
puede ser disciplina Foucaultiana, falta de guión o respeto al medio. Con el
agravante de que en lugar de cantar cuando era tiempo solista, quiso entrar a
contratiempo al trapo de Iglesias. Tanto tranquilo te pone nervioso. Ahora debe
mostrar empuje, nervio y ganas. No será fácil cuando se ha convertido en el protagonista
de la versión política de “Automatic lover. I am, your automatic lover”.
Felipe González sobra en todo
esto, aunque algo sabe. Más por diablo que por viejo. El PSOE está abandonado en
sí mismo. Con mejorías puntuales que no son síntoma de preludio y sí de epílogo.
En Cataluña gobernaron antes de terminar de despeñarse. En Valencia, van por el
mismo camino. En el PSOE están a lo suyo, confiando en que el electorado vea
algo en ellos, que ya es bastante.
Lo que insisto, es el tremendo
error de Podemos. Ha transformado una situación de ganancias para todos frente
al PP, en otra dónde esta pesadilla puede continuar. Un ejemplo es la famosa “sonrisa”
que piden para votar. Es un evidente retroceso de la “alegría” que fue el 15M.
La estrategia óptima pasaba por mantener a la derecha como claro objetivo
(hasta Rivera hacía campaña contra el PP) y en esa alegría colectiva que da el
carnaval, Podemos podía haber crecido con naturalidad por sus ventajas
generacionales y ausencia de compromisos. Muy posiblemente, la izquierda
saliese (ahora es otra cosa) de ese escenario reforzada en conjunto, con
posibilidades de gobiernos alternativos. Pero Podemos optó por su tinta académica,
transformando la estrategia en táctica (grave error) y redefiniendo sus
enemigos conforme pasaba el tiempo. Una falta de visión estratégica tremenda,
que ha sembrado el desconcierto entre, paradójicamente, los que comparten al
80% su programa. Dando por hecho que entre el posterior “no se puede”, “ya
estamos haciendo la ley” (transparencia, dependencia, o como quiera llamarla), “es
una propuesta a futuro” o “dije digo y no Diego” el programa principal debería
ser el PP, su corrupción, su violencia social, económica y política.
Esa es la cuestión. La percepción
del campo de batalla electoral como todos contra la corrupción, el ejercicio
autoritario de la democracia, la devastación de los derechos sociales y cívicos,
o por el contrario, leer la batalla como ¿dónde estaré cuando se firme la paz?
En esa tibieza el PP se escapa y lava los pecados. Ya sabemos como son y lo que
tantas veces se dijo. Tras las elecciones, el pueblo ha hablado y la corrupción
pasa página. Aunque continúen los folios en el juzgado, ya nunca es lo mismo.
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